En Guatemala Con El Padre Anton Grech, Un Misionero Gozitano

En Guatemala Con El Padre Anton Grech, Un Misionero Gozitano

Recientemente tuve la oportunidad de ir y ofrecer un trabajo de voluntariado en el extranjero. Me invitaron a ir a Guatemala. Cuando estaba cerca de irme, recuerdo que esperaba no encontrarme con un sacerdote orgulloso de sí mismo.

porque estaba ayudando a personas desfavorecidas o uno preparádo para muchas fotos con niños como si estuviéramos de safari. Cuando llegamos a Guatemala encontramos al Padre Anton esperándonos en la aeropuerto. Venía de su misión, un pueblo a siete horas en coche del aeropuerto. Fue un viaje largo

y hablamos todo el camino a Izabal. Él era una persona a la que solo había conocido mediante Skype, a fin de para preparar lo que iba a hacer una vez que estuviera en Izabal, Guatemala. Me di cuenta de que era una persona organizada y que una vez llegáramos tenia mucho trabajo que hacer. Esto me tranquilizó, porque una vez que las cosas están claras, puedo confiar en el persona.

Durante esas siete horas conduciendo me impresionó lo inteligente y práctico que es el Padre Antón. Mientras haciamos bromas, hablamos sobre la realidad de Guatemala y de lo diferente que es de Malta y Gozo. Una vez en la casa, me di cuenta que vive en un lugar humilde, sobre todo cuando uno lo compara con el magnífico complejo que logró construir mientras estuvo aquí.

El contemplo la finalización de una sobresaliente iglesia llamada Iglesia Stella Maris, que tiene vistas al puerto. Fue construida con sentido y practicidad para los muy días cálidos y húmedos que acontecen. En este complejo hay un gran salón donde se pueden realizar conferencias para educar a la gente, aulas para cursos informáticos, y también una estación de T.V. Esta estación está dirigida por jóvenes que El envió a Malta a aprender. Sabe cómo invertir en su gente. Educa tanto en lo religioso como en los asuntos humanos.

Uno puede darse cuenta facilmente su genuino amor cuando ve a qué tipo de jóvenes trata de llegar, ensenar y emplearlos en el complejo. Son jóvenes con antecedentes difíciles y logra involucrarlos para salvaguardar su dignidad. Crea proyectos para ayudar a la sociedad en general, no solo dando dinero, sino enseñándoles habilidades para la vida. Como dice el refrán japonés: «Si le das un pescado a un hombre hoy, lo has alimentado para este día, pero si le enseñas a pescar, le estás proporcionando comida para todos los días».

Solíamos pasar días viajando de un pueblo a otro para que la gente pudiera confesarse y asistir a Misa. Durante estas visitas se celebraba el bautismo y el matrimonio. También visitabamos a los enfermos y moribundos. Salíamos de la casa a las 6:30 de la mañana y volvíamos a casa alrededor de las 6:30 de la tarde para que él pudiera ir a decir misa a la comunidad local, seguido de diferentes reuniones hasta bien entrada la noche. Él tiene unas 25 comunidades a su cargo, que gestiona con la ayuda de los catequistas, y valiéndose de diferentes medios para llegar a la gente. Está muy motivado y ama su misión.

De hecho, aparte de ver y participar en el trabajo misionero que realizamos, uno puede experimentar fácilmente el respeto que recibe de la gente. Las comunidades mayas, los profesionales y los médicos se detienen a saludarlo como si su padre estuviera presente. Tanto si hace calor como si llueve, el Padre Anton se pone en marcha y cumple sus citas. Pasa mucho tiempo conduciendo y sin embargo logra llegar a tres o cuatro comunidades en cada visita a los pueblos lejanos. Sorprende que dondequiera que va es recibido con gran acogida sobre todo por los niños y los jóvenes. Los adultos van a mitad de camino a su encuentro y lo acompañan al pueblo. Cuando experimentas este nivel de respeto, uno no puede dejar de preguntarse qué es lo que hace que esto suceda. Queda muy claro que esto es respeto y no miedo. Recuerda nombres y en el camino se detiene y pregunta sobre los diferentes individuos y cómo les va. Conoce las necesidades de su rebaño y atiende sus necesidades espirituales de acuerdo con lo que está pasando en la comunidad. Es una persona dedicada. Él sabe a quién está sirviendo.

El Padre Anton no vino a Izabal solamente a predicar la palabra de Dios y a celebrar la Misa. Vino a Guatemala a construir una comunidad. Logró educar y dar una sólida formación a los jóvenes, realzando el sentido de comunidad, y enviándolos a Malta para capacitarlos en diferentes campos y así poder obtener las calificaciones necesarias, dándoles las oportunidades de crecer. Con seguridad esto es solo un fraccion de lo que hace por su gente.

Si tuviera que describir al Padre Anton diría que es una persona espiritual, pero muy consciente de la realidad; una persona que buscaba crecer y madurar en su llamada. La gente también le enseñó. Es una persona del Libro. Él lee y sabe lo que está pasando en el mundo. Siempre está atento a averiguar cómo puede mejorar el nivel de vida de quienes le rodean. En los veinte años que lleva en Guatemala logró construir buenas relaciones con las autoridades civiles y trabajar junto a ellas por el bien de la sociedad local.

Generalmente no me impresionan fácilmente las personas de la iglesia. Los critico por el hecho de que la iglesia se olvida de los suyos, pero puedo decirlo sin rodeos: “El Padre Anton es una persona a la que admiro y para mí es el sacerdote misionero ideal”.

Matthew Bartolo, miembro de la junta de la asociación Dar Ġużeppa Debono
febrero 2018